viernes, 2 de febrero de 2018

Nos quedamos en la queja y cooperamos poco por nuestra propia inclusión


Nos quedamos en la queja y cooperamos poco por nuestra propia inclusión

 

(Reflexión por Francisca Pérez)

 

Hola estimados lectores.

Hoy vengo con una reflexión muy personal, que no pretende más que ser una reflexión, entonces, no esperen un artículo tan formal.

 

Les quiero hablar de que exigimos ser incluidos en la sociedad, que por tener algún tipo de discapacidad nos merecemos los mismos derechos, ¿pero que hacemos nosotros por lograr esa inclusión? Muchas veces he escuchado la frase “nadie hace nada por nosotros, no nos consideran”. Incluso hasta yo la he dicho.

Pero de repente me puse a pensar que en algunas ocasiones es verdad que no hacen nada cuando tienen la posibilidad de hacerlo, pero en otras ocasiones me he dado cuenta que sólo nos quejamos sin intentar nada.

Muchas veces pasa que el miedo nos paraliza y esperamos a que los demás nos saquen del agujero en el que nos hemos metido para escondernos Y de repente llega una oportunidad y tampoco la tomamos por miedo al rechazo a que nos enrostren todo el tiempo que nuestra discapacidad no nos deja hacer nada ¿y qué pasa en esa situación? Ponemos excusas, de que es muy peligroso o que no es algo accesible, pero en realidad preferimos seguir como estamos y no intentar algo nuevo (lo que digo se puede llevar al ámbito educativo, laboral y social).

Muchas veces preferimos seguir lamentándonos y la gente nos dice “inténtalo, debes perseverar” y te enojas con esa gente que quiere tu bien y les dices que no te entienden, que no entienden lo difícil que es.

¿Pero cuánto estamos dispuestos a arriesgarnos? Algunas personas no están dispuestas a arriesgar ni a esforzarse de ninguna forma.

Una de las causas para esto, es que nuestras familias nos sobreprotegen y nos enseñan a que el resto de la gente debe hacer todo por nosotros y todo debido a nuestra discapacidad. Muchas veces la sobreprotección nos termina gustando, es más cómodo que decidan por nosotros, que nos traigan todo a la mano, total si nos pasa algo malo no será nuestra culpa y nos victimizaremos.

Así con este panorama ¿qué ganas dan de salir al mundo y luchar?

Incluso, hay algunos que lo intentan porque de verdad quieren salir del agujero tan confortable, pero al enfrentarse a la realidad tan desprotegida prefieren volver a su estado anterior y seguirse quejando de la falta de oportunidades y de la poca empatía de la gente.

Nadie dijo que estudiar, trabajar o socializar es fácil, hasta la gente sin discapacidad aparente tiene problemas para desenvolverse y adaptarse.

Al final lo único cierto es que debemos dejar de quejarnos y dar soluciones, no esperar que el resto las tenga, porque somos nosotros quienes vivimos esta realidad, entonces, nosotros tenemos que saber cuál es la mejor forma de ayudarnos o que nos ayude el resto  y que nosotros mismos nos ayudemos.

Dejar de mirarnos a nosotros mismos como “pobrecitos” y arriesgarnos más nos hará encontrar a nosotros mismos una mayor inclusión.

Debo decir que  hablo con total propiedad, porque en distintas épocas de mi vida pasé por todos esos estados de queja y quedarme en mi casa sin hacer nada.

 

 

Espero que estas líneas les hagan pensar.